martes, 18 de enero de 2011

Durmientes en Gijón


En el año 2009 me puse en contacto con la Sala LAi de Gijón, y me ofrecieron su espacio, después de una larga experiencia epistolar y de mi enfermedad por medio, por fin el día ocho inauguraba una parte de "Durmientes" en la sala.

El viaje hasta Gijón, me recordó una película de carretera, el reencuentro con Montserrat y Àngela después de lo que ha sido este año pasado. Regresar a Bilbao, perderme en las esculturas de Serra, y por último conocer en persona a Begoña Muñoz y a Alfredo González Colunga, han sido las mejores experiencias del mismo, la instalación ha quedado como un motivo para los encuentros. Siento los malentendidos con Alfredo, mi amigo Juan Carlos, también asturiano, me hubiese matado, pero espero que lo aclarásemos la última noche que estuvimos juntos.

Este viaje de 2.200 km. ha hecho que crea más en las personas. Que me centre más en mi trabajo, por que creo que lo que hago es importante para mucha gente. Y por que el mundo no es tan grande como aparenta.
Prorrogada la exposición en la sala LAi hasta el 10 de febrero
En la imagen, Durmientes "ellos", hasta el 10 de febrero en la sala LAi de Gijón.

A Antonio Pérez


El día 23 de diciembre, nos dejaba solos Antonio. Me recuerdo cuando nos conocimos por primera vez, cuando sacamos el fanzine "Asia en llamas", creíamos que la gente tenía que conocer nuestro trabajo. Yo por entonces hacía comics (tengo que decir, en honor de la verdad, que no muy buenos). Después crecimos, y nos dimos cuenta que las cosas no son como aparentaban, que la modernidad se estaba haciendo en sitios más lejanos que la provinciana Tarragona.

Antonio marchó a Estados Unidos, yo nunca tuve el valor de hacerlo, y comenzó una nueva vida allí, conoció nuevos amigos, pero nunca abandono a los que nos quedamos en España.

Cuando se cansó, volvió, con la patina de las personas que han viajado mucho. Que han visto nuevos paisajes y nuevas gentes, y que son capaces, aunque en el fue siempre, de sentir como suyas tus desgracias y alegrías.

Poco a poco su recuerdo se irá diluyendo de lo que fueron sus días malos, se ira mitificando en sus mejores momentos y siempre pensaremos que su vida es la que a todos nos hubiese gustado vivir.
En la imagen, Antonio en Nueva York.